Un día en Brihuega durante la floración de la lavanda requiere solo un plan: llegar a los campos al atardecer, para contemplar una inesperada y exuberante franja de púrpura hasta donde alcanza la vista, con el resplandor naranja del sol español directamente detrás de ella.
Brihuega, una pequeña ciudad medieval en la provincia de Guadalajara, de aproximadamente 4,700 millas cuadradas y a una hora en coche de Madrid, está rodeada de tierras de cultivo, pueblos y reservas naturales de tonos marrones y verde suave. Pero cada año en verano, en los campos donde se libraron algunas de las batallas más sangrientas de la Guerra Civil Española, esos colores cambian con la floración de mil hectáreas de lavanda, el equivalente a unas 2,500 acres o 3,000 campos de fútbol americano.
En la última década, la cosecha de lavanda ha revitalizado Brihuega, atrayendo a visitantes —y sus euros— con una belleza natural que rivaliza con los destinos vacacionales favoritos como la Provenza en Francia.
“No es por hablar mal de los franceses, pero los españoles, quizás somos más — dicharacheros,” dijo Ángel Corral Manzano, el principal agricultor de lavanda de la ciudad, usando un término español difícil de traducir que significa extrovertido y hablador. “Estamos muy ansiosos, emocionados por darte la bienvenida.”
Industria en Floración
Conocí Brihuega por primera vez mientras estudiaba en la cercana ciudad universitaria de Alcalá de Henares. Deseando queso manchego y jamón ibérico una tarde, entré en Vinoteca Esencias del Gourmet, un bar de vinos. Mientras disfrutaba de croquetas y quesos y bebía un syrah picante, el propietario del bar, Javier Hernández, me habló de su ciudad natal, Brihuega.
Durante generaciones, su familia fue la churrera del pueblo, los fabricantes de churros. Pero como muchos jóvenes de pequeños pueblos españoles, el Sr. Hernández dejó Brihuega.
“No veía un futuro,” dijo. No estaba solo.
“Brihuega estaba empezando a perder población,” me dijo más tarde en un correo electrónico Luís Viejo Esteban, el actual alcalde de Brihuega. “Esa era la tendencia antes de que empezáramos a desarrollar nuestro modelo socioeconómico, principalmente basado en el turismo.”
Ahora, Brihuega está creciendo, gracias a su turismo centrado en la lavanda. El julio pasado, durante el pico de la floración, más de 120,000 turistas visitaron, dijo el Sr. Viejo. La lavanda genera anualmente entre 4 y 6.5 millones de euros, aproximadamente entre 4.3 y 7 millones de dólares, según un estudio de la Universidad de Alcalá de Henares y Fadeta, un grupo local de desarrollo rural.
“Si me hubieras dicho hace 10 años que, gracias a la lavanda, habría tanto turismo, que se abrirían tantas tiendas, tantos restaurantes, no te lo habría creído,” dijo el Sr. Corral. “Somos solo agricultores. Vivimos de la tierra y vivimos para la tierra.”